El guardián de nombres
Leonardo Garzaro
Traducción de Eduardo Langagne
¿Hay algo que no pueda ser nombrado?
¿Puede un nombre determinar la personalidad de una persona? ¿O incluso marcar su destino? A medida que se cuenta la historia de la familia del barón Álvares Corrêa, un hombre tiránico y maquiavélico, propietario de una vasta hacienda, que cree que una buena administración empieza por la elección de los nombres que pueblan sus tierras y, por eso, se encarga de poner nombre a todos los que allí nacen, reconociendo en la lengua un instrumento de poder que reafirma su condición de dueño absoluto, se va contando también los orígenes de la sociedad brasileña, la tradición y los principios patriarcales que continúan operando.
La trama de la familia se dispara cuando el Barón discute con su esposa por el nombre que llevará el séptimo hijo y se resuelve con el trágico final de dejar al niño sin nombre. Su nacimiento es visto por su padre como el principio y la causa de todas las desgracias familiares que le persiguen y, como castigo, es condenado a existir como “la única criatura nacida en la vasta hacienda del barón Álvares Corrêa que no tenía un nombre elegido por el patriarca. Ni ningún nombre. Era un silencio”.
Lo que por un lado puede crear un vacío por el otro lo libera de toda categoría, dejando que pueda decidir por sí mismo qué papel asumir. Entonces el hijo sin nombre acaba convirtiéndose irónicamente en el guardián de los nombres, una especie de mago de las palabras capaz de determinar el destino de los nombrados a partir de ellas.
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